CAPÍTULO 4: Era una copia «Made in China» del Demonio de Tasmania en su ciclo menstrual

Derek me confesó que nunca había gastado una broma pesada, y me lo creí. Es decir, es un trozo de pan y todo el mundo se mete con él, es normal que lo último que busque es tener más problemas y peores de lo que ya eran.

Cuando terminé de idear mi plan y de hacer la cama, desperté a las bellas durmientes tal como lo hacía mi hermano cuando aún vivía con nosotros.

—¡Soldados! —grité golpeando una cazuela— ¡Fiiiirmes!


CAPÍTULO 3: Desde que quitabas el estiércol

A las siete y media de la mañana no vi ni un alma por el campamento. Me puse unos pantalones largos ya que hacía un poco de frío, y una camiseta blanca de manga corta. Me hice una coleta alta y salí en silencio de la cabaña. Miré a ambos lados y tomé el camino de la derecha, como el día anterior. Cuando llegué al gran establo de madera, me dirigí de inmediato hacia Thor. Estaba despierto. Con cuidado, intenté entrar en la cuadra, pero entonces me percaté de tres sorpresas que había dejado Thor en el lecho.


CAPÍTULO 2: Parecía Pharrell Williams en la gala de los Grammy

Tras pasar casi toda la tarde recorriendo los alrededores, decidí volver a mi cabaña, y para ello debía atravesar la piscina. Era grande y estaba rodeada por una valla de metro y medio de altura. Desde allí se podía ver a la perfección el monte. La gente reía en el césped, algunos jugaban en el agua con una pelota de plástico y otros simplemente se iban conociendo. Presté atención a mis compañeras de cabaña, sentadas con el imbécil de antes y sus amigos. Me saludaron con la mano sonriendo e incluso me invitaron a perder el tiempo con ellos. No, gracias, no hacer nada me resulta más divertido que hablar de proteínas con una masa de esteroides.


CAPÍTULO 1: Esto empezaba a parecer una reunión de Alcohólicos Anónimos

—En mi defensa diré que fue Victoria la Descerebrada quien se copió de mí. Esa tía no sabe ni la capital de los Estados Unidos —repliqué. Mis padres no se molestaron en mirarme mientras caminábamos hacia el coche—. Vamos, no fui yo, ¿por qué os cuesta tanto creerlo? —Siguieron ignorándome.